martes, 29 de julio de 2008

"NO ERAN DE LOS NUESTROS"

“NO ERAN DE LOS NUESTROS”
Hay algunas citas en la Biblia que nos debe hacer pensar. Están puestas ahí para nuestra enseñanza, con miras a nuestra salvación, que en definitiva es a lo que debemos aspirar. Con mis limitaciones, voy a comentar algunas.
Alguien puede decir, a qué viene esto, si ya conocemos estas situaciones, que han existido, que existen y que existirán. Bueno, pues mi interés está en comparar la Escritura con las actitudes de mi “hermano pródigo”. Sé que va por muy mal camino. Sé que está en peligro su alma. Sé que cuánto más tarde en ver su error, más difícil será convencerle. Pero también sé que con la oración de su hermano José Luis, con la oración de todos nosotros, sí, todos nosotros, podemos hacer que cambie. Pero fijaros, más que para ayudar a la Obra de Prado Nuevo, que necesita ayuda, sí, aunque estoy seguro que saldrá adelante a pesar de los ataques, pues se está fortaleciendo con estas persecuciones, se trata de rescatar un alma de las garras de Satanás.
El “hermano pródigo”, según ha comentado él mismo, es miembro de la Iglesia, o sea bautizado. Sin embargo, sus comportamientos no son los de un miembro de la Iglesia. Luego, está cerca de los enemigos tradicionales de la Iglesia. Para este tipo de creyentes, la Escritura es clara:
San Juan, en su 1ª carta, nos dice: “De nosotros han salido, pero no eran de los nuestros. Si de los nuestros fueran, hubieran permanecido con nosotros, pero así se ha hecho manifiesto que no todos son de los nuestros.” (1Jn. 2,19)
Juan se refiere a que muchos se han hecho “anticristos”, divulgadores de la mentira.
Aquí conviene recordar que la Obra de Prado Nuevo, es una Obra de la Iglesia, que hay mil razones para así considerarla, principalmente por sus frutos, a la vez que también recordamos las palabras de Jesús a Pablo: “¿Por qué me persigues?”.
Hay un aparente paralelismo entre ambas actitudes. Pablo persiguió ferozmente a los cristianos. No descansaba hasta hacerles detener. Estaba equivocado, pero no lo sabía. La “Luz de Jesucristo”, le hizo ver y cambiar. Pero Pablo obraba sin maldad, actuaba siguiendo la Ley judía. El caso del “hermano pródigo”, es diferente. Este actúa con resentimiento, con engaño, sin ningún fundamento. En el primer caso, Dios le ayuda a aclarar su actitud. En el segundo, si no es mediante la oración, difícilmente podrá tener la ayuda divina, ante tanta perseverancia en el mal.
Si el esfuerzo, el trabajo, la dedicación, la astucia, la mentira y las malas artes empleadas por el “hermano pródigo”, para atacar a Prado Nuevo, los hubiera empleado a seguir a Jesucristo, a ayudar a los necesitados, a combatir la pobreza, a resplandecer la justicia y la verdad, estaríamos ante una persona no lejos de la santidad. Estaríamos ante un alma bien definida por San Pablo: “¿Acaso no sabéis que los santos han de juzgar al mundo?” (1Cor. 6,2).
¿Veis ahora la necesidad de la oración?

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